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EL SOCIALISTA.
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El alma del hombre bajo el Socialismo

Oscar Wilde

Ensayo de Oscar Wilde publicado en 1891.

 



La principal ventaja que acarrearía la implantación del Socialismo es, sin duda, la de relevarnos
de la sórdida necesidad de vivir para otros que, en el actual estado de cosas, tanto presiona
sobre casi todos. En realidad, casi nadie escapa a ella.

De tanto en tanto, en el curso del siglo, un gran hombre de ciencia como Darwin; un gran poeta
como Keats; un fino espíritu crítico como el del señor Renan; un artista supremo como Flaubert,
ha podido aislarse, mantenerse fuera del alcance de los clamorosos reclamos de los demás,
mantenerse al resguardo del muro como dice Platón, y así realizar la perfección que había
dentro suyo, para su propio incomparable beneficio, y para el incomparable y duradero beneficio
de todo el mundo. Estas, sin embargo, son las excepciones. La mayoría de la gente arruina su
vida por un malsano y exagerado altruismo; en realidad, se ven forzados a arruinarse así. Es
inevitable que se conmuevan, al verse rodeados de tan tremenda pobreza, tremenda fealdad,
tremenda hambre. En el hombre, las emociones se suscitan más rápidamente que la
inteligencia; y como señalara hace algún tiempo en un artículo sobre la función de la crítica, es
mucho más fácil solidarizarse con el sufrimiento que con el pensamiento. De esta forma, con
admirables, aunque mal dirigidas intenciones, en forma muy seria y con mucho sentimiento, se
abocan a la tarea de remediar los males que ven. Pero sus remedios no curan la enfermedad:
simplemente la prolongan. En realidad sus remedios son parte de la enfermedad.

Tratan de resolver el problema de la pobreza, por ejemplo, manteniendo vivos a los pobres; o,
como lo hace una escuela muy avanzada, divirtiendo a los pobres.

Pero ésta no es una solución; es agravar la dificultad. El objetivo adecuado es tratar de
reconstruir la sociedad sobre una base tal que la pobreza resulte imposible. Y las virtudes
altruistas realmente han evitado llevar a cabo este objetivo. Así como los peores dueños de
esclavos fueron los que trataron con bondad a sus esclavos, evitando así que los que sufrían el
sistema tomaran conciencia del horror del mismo, y los que observaban lo comprendiesen, igual
sucede con el estado actual de cosas en Inglaterra, donde la gente que más daño hace es la
que trata de hacer más bien; y por fin hemos tenido hombres que estudiaron realmente el
problema y conocen la vida -hombres educados que viven en el East End -adelantándose e
implorando a la comunidad para que restrinja sus impulsos altruistas de caridad, benevolencia y
otros parecidos. Se basan en la afirmación de que la caridad degrada y desmoraliza. Están
perfectamente en lo cierto. La caridad crea una multitud de pecados.

También debe decirse esto al respecto. Es inmoral usar la propiedad privada a fin de aliviar los
terribles males que resultan de la misma institución de la propiedad privada. Es a la vez inmoral
e injusto.

Bajo el Socialismo todo esto, naturalmente, se modificará. No habrá gente viviendo en fétidas
pocilgas, vestida con hediondos andrajos, criando niños débiles, acosados por el hambre, en
medio de circunstancias absolutamente imposibles y repulsivas. La seguridad de la sociedad no
dependerá, como sucede ahora, del estado del tiempo. Si llega una helada no tendremos a cien
mil hombres sin trabajo, deambulando por las calles miserablemente, o pidiendo limosna a sus
vecinos, o apiñándose ante las puertas de detestables albergues para tratar de asegurarse un
pedazo de pan y un sucio lugar donde pasar la noche. Cada miembro de la sociedad compartirá
la prosperidad y felicidad general, y si cae una helada, prácticamente nadie estará peor.

Por el otro lado, el Socialismo por sí mismo será valioso simplemente porque conducirá al
Individualismo
.
El Socialismo, el Comunismo, o como uno quiera llamarlo, al convertir la propiedad privada en
riqueza pública, y al reemplazar la competencia por la cooperación, restituirá a la sociedad su
condición de organismo sano, y asegurará el bienestar material de cada miembro de la
comunidad. Dará a la Vida una base y un medio adecuados. Pero algo más se necesita para
que la Vida en su desarrollo completo, logre su más alta forma de perfección. Se necesita el
Individualismo. Si el Socialismo es Autoritario; si hay Gobiernos armados de poder económico,
como lo están ahora de poder político; si, en una palabra, llegamos a Tiranías Industriales,
entonces la condición del hombre sería peor que la actual. Mucha gente, en el presente, a raíz
de la existencia de propiedad privada, puede desarrollar un muy limitado Individualismo. Son los
que no necesitan trabajar para vivir, o pueden elegir la esfera de actividad que realmente se
aviene a su personalidad y les brinda placer. Son los poetas, los filósofos, los hombres de
ciencia; en una palabra, los hombres auténticos, los hombres que se han realizado, y con los
que la Humanidad entera logra una parcial realización. Hay en cambio mucha gente que, sin
propiedad privada y estando siempre al borde del hambre, se ve obligada a hacer el trabajo de
bestias de carga, tareas que nada tienen que ver con ellos y a las cuales se ven forzados por la
perentoria, irracional, degradante tiranía de la necesidad. Estos son los pobres; no hay gracia
en sus maneras ni en sus palabras, ni educación, cultura o refinamiento en sus placeres, ni
gozo por la vida. La Humanidad se beneficia en prosperidad material, con el aporte de su fuerza
colectiva. Pero solamente el aspecto material es el que se beneficia; y el hombre que es pobre,
en sí mismo no tiene absolutamente ninguna importancia. Es meramente el átomo infinitesimal
de una fuerza que, en lugar de tomarlo en cuenta, lo destroza; en realidad, lo prefiere
destrozado, ya que de esta forma es mucho más obediente.

Podrá decirse, por supuesto, que el Individualismo generado bajo las condiciones de la
propiedad privada no es siempre, o por lo general, bueno ni maravilloso, y que si bien los
pobres no tienen cultura ni encanto, tienen sin embargo muchas virtudes. Estas dos
afirmaciones serían perfectamente ciertas. La posesión de propiedad privada resulta a menudo
extremadamente desmoralizadora y ésta es por supuesto, una de las razones por las cuales el
Socialismo quiere librarse de esta institución. En realidad, la propiedad resulta un estorbo. Años
atrás hubo gente que recorría el país afirmando que la propiedad genera obligaciones; la
proclamaban tanto y en forma tan tediosa que, al final, la Iglesia comenzó a decirlo a su vez. Se
escucha ahora desde cada púlpito. Es perfectamente cierto. La propiedad tiene obligaciones y
tiene tantas, que poseer propiedades resulta una carga. Genera constantes reclamaciones,
interminable atención a los negocios, perpetuos malestares. Si la propiedad sólo ofreciera
placeres, la podríamos soportar; pero sus obligaciones la hacen insoportable. En el propio
interés de los ricos, debemos desembarazarnos de ella. Las virtudes de los pobres pueden
reconocerse fácilmente, y mucho deben lamentarse. Con frecuencia se nos dice que los pobres
están agradecidos a la beneficencia. Algunos de ellos lo están, sin duda, pero los mejores entre
los pobres nunca están agradecidos. Están descontentos, desagradecidos, son desobedientes y
rebeldes. y tienen mucha razón de sentirse así. Sienten que la caridad es un modo
ridículamente inadecuado de restitución parcial, o una limosna sentimental, acompañada
habitualmente por un impertinente intento por parte del sentimentalista de tiranizar sus vidas
privadas. ¿Por qué sentir agradecimiento por las migajas que caen de la mesa del rico?
Debieran estar sentados compartiendo la mesa, y lo están empezando a saber. Y en cuanto a
estar descontentos, un hombre que no lo estuviera en ese medio y llevando tan baja forma de
vida, sería un perfecto bruto. La desobediencia, a los ojos de cualquiera que haya leído historia,
es la virtud original del hombre. A través de la desobediencia es que se ha progresado, a través
de la desobediencia y a través de la rebelión. Algunas veces se alaba a los pobres por ser
ahorrativos. Pero recomendar el ahorro a un pobre es a la vez grotesco e insultante. Es como
recomendar a un hombre que se está muriendo de hambre, que coma menos. Sería
absolutamente inmoral que un trabajador del campo o de la ciudad practique la frugalidad. El
hombre no debiera estar dispuesto a demostrar que puede vivir como un animal mal
alimentado. Debiera negarse a vivir así, y robar o pedir ayuda pública, cosa que muchos
consideran una forma de robo. En cuanto a la mendicidad, es más seguro pedir que tomar; pero
es más grato tomar que pedir. No: aquel pobre que es desagradecido, que no es ahorrativo, que
está descontento y en rebeldía, ese hombre probablemente tiene una verdadera personalidad, y
tiene mucho dentro suyo. De cualquier forma, representa una protesta saludable. En cuanto a
los pobres virtuosos, uno bien puede sentir lástima de ellos, sin duda, pero no se les puede
admirar. Han llegado a un acuerdo privado con el enemigo, y vendido su derecho de nacimiento
por un mal plato de comida. También tienen que ser enormemente estúpidos. Puedo
comprender a aquel hombre que acepta las leyes que protegen la propiedad privada,
admitiendo que ésta se acumule, en tanto él mismo, bajo estas circunstancias, esté en
condiciones de realizar alguna forma de vida hermosa e intelectual. Pero no puedo comprender
que aquel a quien esas leyes destrozan y hacen horrible la vida, pueda estar de acuerdo con
que las mismas continúen.

No es difícil, sin embargo, encontrar la explicación a esto. Es simplemente que la miseria y la
pobreza son tan absolutamente degradantes, y ejercen un efecto tan paralizante sobre la
naturaleza humana, que ninguna clase tiene realmente conciencia de su propio sufrimiento.
Debe decírselo otra gente, y con frecuencia son absolutamente incrédulos. Lo que dicen los
patrones acerca de los agitadores es incuestionablemente cierto. Los agitadores son un
conjunto de personas que interfiere, que perturba, que llega a una clase perfectamente contenta
de la comunidad y siembra en ella la semilla del descontento. Es por esta razón que los
agitadores son tan absolutamente necesarios. Sin ellos, en el estado incompleto en que nos
hallamos, no se produciría adelanto alguno hacia la civilización. La esclavitud se abolió en
Norteamérica, pero no como consecuencia de la acción de los propios esclavos, o por algún
expreso deseo de su parte para que se los libere. El sistema fue abolido como resultado de la
acción abiertamente ilegal de algunos agitadores, en Boston y en otras partes, que no eran
esclavos, ni propietarios ellos mismos de esclavos, ni tenían realmente nada que ver con la
cuestión. Fueron, indudablemente, los Abolicionistas los que encendieron la llama de la
antorcha, los que comenzaron todo. Y es curioso notar que, de los mismos esclavos, no
recibieron solamente muy poca colaboración sino ni siquiera alguna comprensión; y cuando, al
terminar la guerra, los esclavos se vieron libres, se encontraron tan absolutamente libres que
estaban libres para morir de hambre y muchos de ellos amargamente lamentaron el nuevo
estado de cosas. Para el pensador, el hecho más trágico de toda la Revolución Francesa no es
que María Antonieta muriera por ser una reina, sino que el campesino hambriento de la Vendée
voluntariamente saliera a morir por la horrible causa del feudalismo.

Queda claro, entonces, que ningún sistema de Socialismo Autoritario servirá. Pues mientras
bajo el actual sistema bastante gente puede vivir con una cierta cantidad de libertad y expresión
y felicidad, bajo un sistema industrial cuartelario, o bajo un sistema de tiranía económica, nadie
tendría esa libertad. Debe lamentarse que una parte de nuestra comunidad viva prácticamente
en la esclavitud, pero es infantil proponer que se resuelva el problema con la esclavitud de toda
la comunidad. Cada hombre debiera ser libre para escoger el propio trabajo. No debiera
ejercerse sobre él ninguna compulsión. Existiendo compulsión, el trabajo no será bueno para él,
no será bueno en si mismo, y no será bueno para los demás. y por trabajo me refiero
simplemente a cualquier tipo de actividad.

Me cuesta pensar que, hoy en día, un Socialista proponga seriamente que un inspector visite
todas las mañanas cada casa para controlar que cada ciudadano se levante y haga un trabajo
manual por espacio de ocho horas. La Humanidad ha ido más allá de esa etapa y reserva tal
forma de vida para la gente a quienes, en una forma muy arbitraria, elige llamar criminales. Pero
confieso que muchos de los puntos de vista socialistas con los que me he encontrado, parecen
estar manchados por ideas de autoritarismo, cuando no de cruel compulsión. Por supuesto,
autoridad y compulsión, quedan fuera de toda cuestión. Toda asociación debe ser voluntaria. Es
únicamente en asociaciones voluntarias que el hombre puede sentirse realmente bien.

Podrá preguntárseme cómo es que el Individualismo, que prácticamente depende de la
existencia de la propiedad privada para su desenvolvimiento, pudiera beneficiarse con la
abolición de la misma. La respuesta es muy simple. Es verdad que, en las condiciones actuales,
algunos hombres con medios privados propios, tales como Byron, Shelley, Browning, Víctor
Hugo, Baudelaire y otros, han podido, en forma más o menos completa, realizar sus
personalidades. Ninguno de estos hombres dio un solo día de su trabajo por un salario.
Pudieron librarse de la pobreza. Tenían con ello una enorme ventaja. La cuestión es decidir si el
Individualismo se beneficiaría con la supresión de dicha ventaja. Supongamos que no existe
esa ventaja. ¿Qué le sucede entonces al Individualismo? ¿Cómo se beneficiará?

El beneficio será éste. Bajo las nuevas condiciones, el Individualismo será mucho más libre,
más bello y más intenso que ahora. No estoy hablando del gran Individualismo
imaginativamente realizado por poetas tales como los que he mencionado, sino del gran
Individualismo real, latente y potencial del género humano en general. Pues el reconocimiento
de la propiedad privada ha dañado realmente al Individualismo, y lo ha oscurecido,
confundiendo al hombre con lo que él posee. Ha desviado totalmente al Individualismo. Ha
hecho su finalidad de las ganancias, y no del desarrollo. De manera que el hombre creyó que lo
importante es tener, y no supo que lo importante es ser. La verdadera perfección del hombre
reside, no en lo que el hombre tiene sino en lo que el hombre es. La propiedad privada ha
destrozado el verdadero Individualismo, y establecido un Individualismo que es falso. Ha
prohibido a una parte de la comunidad alcanzar su individualidad, haciéndola morir de hambre.
Ha prohibido a la otra parte de la comunidad llegar al Individualismo, colocándola sobre un
camino erróneo y poniéndole obstáculos. En realidad, la personalidad del hombre ha sido tan
completamente absorbida por sus posesiones que la ley inglesa trata las ofensas contra la
propiedad de un hombre con mucha más severidad que las ofensas contra su persona, y la
propiedad es todavía la prueba distintiva de completo derecho cívico. También muy
desmoralizadora es la industria necesaria para hacer dinero. En una comunidad como la
nuestra, donde la propiedad confiere inmensa distinción, posición social, honor, respeto, títulos
y otras agradables cosas semejantes, el hombre que es naturalmente ambicioso, hace suya la
meta de acumular esta propiedad, y sigue tediosamente acumulándola largo tiempo después de
haber conseguido mucho más de lo que desea, o puede usar, o gozar, o quizás aún conocer. El
hombre se matará trabajando a fin de asegurarse propiedades y, verdaderamente,
considerando las enormes ventajas que trae la propiedad, uno no puede sorprenderse. Lo que
uno puede lamentar es que la sociedad esté construida sobre bases tales que el hombre se vea
encasillado sin poder desarrollar libremente todo lo maravilloso, fascinante y exquisito que hay
dentro suyo; con lo cual, en verdad, pierde el verdadero placer y alegría de vivir. Se encuentra
también muy inseguro bajo las condiciones existentes. Un comerciante rico puede estar -a
menudo lo está- en cada momento de su vida a merced de las cosas que no quedan bajo su
control. Si el viento sopla demasiado, o si el tiempo cambia de repente, o si sucede algo trivial,
su barco se puede hundir, sus especulaciones pueden fallar, y se convierte en un hombre
pobre, con una posición social que se le fue. Nada debiera poder dañar a un hombre más que él
mismo. Lo que un hombre tiene realmente, es lo que está dentro suyo. Lo que está afuera no
debiera tener importancia.

Con la abolición de la propiedad privada tendremos, entonces, un verdadero, hermoso, sano
Individualismo. Nadie perderá su vida en acumular cosas y los símbolos para las cosas. Se
vivirá. Vivir es la cosa menos frecuente en el mundo. La mayoría de la gente existe, eso es
todo.

Podemos preguntamos si hemos tenido alguna vez la oportunidad de ver la expresión completa
de una personalidad, excepto en el plano imaginativo del arte. En la acción, no lo hemos visto
nunca. César, dice Mommsen, era el hombre completo y perfecto. Pero, ¡qué trágicamente
inseguro era César! Siempre que exista un hombre ejerciendo autoridad, existe un hombre que
resiste la autoridad. César era muy perfecto, pero su perfección transitaba por un camino
demasiado peligroso. Marco Aurelio era el hombre perfecto, dice Renan. Sí, el gran emperador
era un hombre perfecto. ¡Pero qué intolerables eran las interminables reclamaciones sobre él!
Se tambaleaba bajo la carga del imperio. Estaba consciente de lo inadecuado que era que un
hombre soportara el peso de ese Titán y de ese orbe demasiado vasto. Lo que quiero significar
por hombre perfecto es alguien que se desarrolla bajo condiciones perfectas; alguien que no
está herido, o preocupado, o mutilado, o en peligro. La mayor parte de las personalidades se
vieron obligadas a ser rebeldes. La mitad de sus fuerzas se perdió en la lucha. La personalidad
de Byron se desgastó terriblemente en su batalla contra la estupidez, la hipocresía y el
Filisteísmo de los ingleses. Tales batallas no siempre intensifican la fuerza; a menudo aumentan
la debilidad. Byron nunca pudo darnos lo que hubiera podido darnos. Shelley escapó mejor.
Como Byron, se fue de Inglaterra lo antes que pudo. Si los ingleses se hubiesen dado cuenta
qué gran poeta era en realidad, hubiesen caído sobre él con dientes y uñas, haciéndole la vida
insoportable. Pero como no fue una figura destacada en sociedad, hasta cierto punto pudo
escapar. Hasta en Shelley la señal de rebelión es aún a veces demasiado fuerte. La
característica de la personalidad perfecta no es de rebelión sino de paz.

Continúa ....

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El alma del hombre bajo el Socialismo


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